POESÍA PISTOLA EN MANO

POESÍA A QUEMARROPA

martes, 10 de mayo de 2011

UN MOMENTO DE FELICIDAD.

Miro a ver lo que parece ser un momento de felicidad.
En la esquina hay un bar
donde un hombre toca una canción que no es suya
con un instrumento viejo y sucio
y que reproduce insoportablemente.
Tiene en el suelo un sombrero que no es suyo
porque es más grande que su cabeza y sus posibilidades
que está esperando debajo de un terciopelo negro y gastado
que alguien se apiade de esas notas convictas
que se escaparon de la partitura y andan  libres con ese hombre
mientras en el interior del lugar la gente se sienta y no escucha
en mesas que no son suyas
y toman en vasos, tazas y pocillos que no son suyos
y tratan asuntos que no merecen romper el silencio
y se ríen de cosas que no son suyas
a grandes carcajadas como huracanes en las bocas se ríen
porque siempre es más fácil reírse de otros.
Así es:
el hombre espera monedas y se ríe
el dependiente espera que la noche termine
y se ríe de sus clientes
los clientes esperan no sé bien qué y casi todos se ríen
porque todos tienen más o menos las mismas caras
por la ventana en que los observo.
La noche espera por la madrugada
el perro que le tiren algo de lo que quedó
y todos esperan algo
pero yo no espero nada
de algo tan absurdamente estúpido
y tengo las comisuras de los labios pegados.
Esto que acabo de observar dicen que también es humano
y que una noche es una noche,
pero  está vacío de cosas que esperar:
en esto se ha convertido este paisaje,
esto que parece divertido
tan divertido como si fuese en cualquier lugar del mundo
como si fuese un evento de cinco o seis estrellas.
Es decir,  nada que salvar, algo  absurdo y miserable.
Cuando las luces del bar se apaguen
se terminará la agonía  o la felicidad
aquí como en otras partes
tan parecido a campos de batallas sin sentido.
Y eso es todo lo que parece ser
un momento de felicidad.
Vaya cosa.

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