Hablemos
de amor.
No
digo ese neandertal sentimiento
de
frente huidiza en unos cuantos días
porque
lo efímero es otro canto,
viene
con finales de músicas patéticas
que
ya se sabían de antemano
que
dura lo que una descarga de inodoro.
Hablemos
de esas cosas
que
cuando se está ausente
no
están ausente de uno mismo
porque
se lleva como el polvo a la ropa,
pero
es tan humana esa espera que espera
y
es un modo de presencia viva y latiente
que
está y no está,
cual
si fuese un misterio mensurable de muchos modos
sobre
todo sin los ojos
sobre
todo en algún lugar de uno mismo
donde
uno sabe que es el territorio por llegar
donde
uno sabe de antemano que todo va a estar bien
donde
la sonrisa tiene el valor de la sonrisa
y
el abrazo tiene la certeza del primer abrazo.
Hablemos
de la espera y el retorno
a
todas las cosas,
porque
se anda de objeto en objeto
de
objetivo en objetivo
de
camino en camino
de
hombre en hombre
y
cada episodio espera su sombra consecuente
como
a su propia sangre,
porque
se trata de vida misma
ni
más ni menos que eso con sus opacas luminosidades
y
acaso es por eso que se guardan en la memoria.
Yo
estoy hecho de ellos,
y
cuando digo hablemos
también
hablo de las miradas para ver,
de
las manos, de lo prometido y comprometido
los
que esperan y no desesperan,
del
simple beso que es más que eso
porque
uno anda de viaje siendo moldeado
que
es algo de piedra, árbol y paisaje,
edificios,
vecinos y gente,
de
noches y estrellas y más allá
todo
lo que está dentro de la cabeza
que
es lo que contiene esta carne que anda,
que
ronda que va pero vuelve
a
las cosas y las gentes sin cobrar tiempos ni distancias
de
los cuales muchos me esperan desde hace años
con
ese lenguaje que nos es propio y cómplice
en
estado de espera como espejos latientes
y
están allí en la memoria para volver.
Y
al paso del tiempo
me
voy adentrando en todas esas cosas,
voy
siendo esas cosas
esas
voces, esos coros de pájaros
ese
tumulto de historia en la que me voy convirtiendo
dejando
mi ropa en esas cortezas
en
esas ramas
en
esas flores
en
esas tormentas
que
van poblando mi esqueleto
con
dolor y con ternura
en
este territorio en que voy mudando
a
paso de viento en el mundo
cuando
me dices, por ejemplo,
hablemos
de amor.
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