Uno
se confiesa un tiempo
pero
después vuelve a quedarse como al principio:
en
un mar profundo cubierto de oscuridad
porque
lo que sale de la boca
viene
desde dentro,
de
ese alma llena de agujeros
y
no hay paso en la garganta para más.
Se
queda adentro todo eso
cuando
uno empieza a darse cuenta que la lluvia
no
suena a cajitas de música
y
se presiente que jamás se aprenderá a volar,
que
la esperanza es simplemente
un
ritual para sobrevivientes.
Y
será por eso que uno se confiesa un tiempo
pero
después vuelve a quedarse como al principio
y
se hace la noche para los que tienen
hambre
y sed de justicia
o
simplemente hambre.
Uno
se confiesa sin pensar en nada
nomás
que por observar cómo se cae el cielo
hacia
alguna parte que nos abarque,
porque
bastante hemos pagado ya con nuestra sangre
porque
nada se puede comprender suficientemente
y
uno escribe así, es decir al margen
que
es una manera de entenderse
y
acabar con uno mismo
en
unos cuantos miserables versos
invendibles
como un crucifijo,
furtivos
como un segundo
bajo
el granizo del silencio.
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