Abro la puerta de las pesadillas
a escuchar
poetas en fila con papeles en las manos,
leen cosas que vuelan al viento
y súbito caen como cenizas
se esparcen
deshacen a esa turba en fila
con la vanidad de su esperanza
de decir cierto tropo
que salve la combustión de los despojos
el fuego espantoso de gente que escribe
leyendo gente que escribe
con esas ascuas en la cabeza
que no hierven agua para el té.
Entonces
entro al infierno de Hank como un desesperado
con una botella de cerveza a medio camino
y a su lado
lloro mi maldita suerte de escribir.
Le pregunto
cuántos
tendrán que soportar estas palabras de mierda
si acaso recuerden lo que he escrito
- Dios quiera que no -
y sea sepultado en algún cielo
donde el silencio me haga polvo
en palabras de letrina
y doce cervezas bien frías.
Mientras
los poetas con su ruido espantoso
siguen y siguen la náusea versicular
Hank y yo muy vomitados
ni cruzamos miradas
tirados con el sol golpeando en la ventana
en tanto Perec
pasa contando ese gentío,
letras, pausas, anillos, dientes, zapatos viejos
llaves de las puertas del averno
desparramadas
en las orejas de los poetas que declaman cosas
que tintinean desaliños neuronales
castigo divino de metáforas reventadas con obuses
de un clan que lee
como coro de basílica alemana
palabras en su propia orgia quemándome sin purificación
entre resoplos ácidos de un Hank entredormido.
El sol ha entrado y le revienta la frente
suda como cerdo
agrio el aire.
Su cerveza o lo que queda cae
en un chorro fino y largo en mis pantalones.
Como poetas palurdos
pero mucho mejor
somos mostrados en un espejo desvensijado
la decadencia del presente pudendo
los versos floridos de estiércol
que tanto gusta a la gente.
Voy entornando los ojos de fábrica fundida
pero Chinaski me hace señas,
caminamos pues sonriendo como estúpidos
a buscar más cervezas en la puerta gigantesca.
El infierno de Hank apesta pero algo tiene.
No lo sé.
Caminamos dormidos y mis tripas hablan.
Se ríe escupiendo.
Después el infierno cierra sus puertas
y me incinera.
Despertar será duro.
Escribir tan luego las propias excreciones
quién sabe
para que alguien se caiga súbito
y le ardan mis palabras en la sesera
como un cáncer.
Tampoco importa demasiado.
Uno siempre muere solo.
En tal caso siempre puedo prender una luna
y también abrir una botella de vino
a la salud de Li Po.
a escuchar
poetas en fila con papeles en las manos,
leen cosas que vuelan al viento
y súbito caen como cenizas
se esparcen
deshacen a esa turba en fila
con la vanidad de su esperanza
de decir cierto tropo
que salve la combustión de los despojos
el fuego espantoso de gente que escribe
leyendo gente que escribe
con esas ascuas en la cabeza
que no hierven agua para el té.
Entonces
entro al infierno de Hank como un desesperado
con una botella de cerveza a medio camino
y a su lado
lloro mi maldita suerte de escribir.
Le pregunto
cuántos
tendrán que soportar estas palabras de mierda
si acaso recuerden lo que he escrito
- Dios quiera que no -
y sea sepultado en algún cielo
donde el silencio me haga polvo
en palabras de letrina
y doce cervezas bien frías.
Mientras
los poetas con su ruido espantoso
siguen y siguen la náusea versicular
Hank y yo muy vomitados
ni cruzamos miradas
tirados con el sol golpeando en la ventana
en tanto Perec
pasa contando ese gentío,
letras, pausas, anillos, dientes, zapatos viejos
llaves de las puertas del averno
desparramadas
en las orejas de los poetas que declaman cosas
que tintinean desaliños neuronales
castigo divino de metáforas reventadas con obuses
de un clan que lee
como coro de basílica alemana
palabras en su propia orgia quemándome sin purificación
entre resoplos ácidos de un Hank entredormido.
El sol ha entrado y le revienta la frente
suda como cerdo
agrio el aire.
Su cerveza o lo que queda cae
en un chorro fino y largo en mis pantalones.
Como poetas palurdos
pero mucho mejor
somos mostrados en un espejo desvensijado
la decadencia del presente pudendo
los versos floridos de estiércol
que tanto gusta a la gente.
Voy entornando los ojos de fábrica fundida
pero Chinaski me hace señas,
caminamos pues sonriendo como estúpidos
a buscar más cervezas en la puerta gigantesca.
El infierno de Hank apesta pero algo tiene.
No lo sé.
Caminamos dormidos y mis tripas hablan.
Se ríe escupiendo.
Después el infierno cierra sus puertas
y me incinera.
Despertar será duro.
Escribir tan luego las propias excreciones
quién sabe
para que alguien se caiga súbito
y le ardan mis palabras en la sesera
como un cáncer.
Tampoco importa demasiado.
Uno siempre muere solo.
En tal caso siempre puedo prender una luna
y también abrir una botella de vino
a la salud de Li Po.
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DERECHOS RESERVADOS
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