Paran sus orejas a mis ladridos sabuesos
evangelios viejos de paraísos perdidos
blasfemias claras difíciles de tragar
cuentos viejos dicen a mis espaldas
un don nadie con artilugios
debates y otras mierdas
sedicioso desanclado
el sol de cada mañana como suficiente homilía
se cisca en cualquier vileza
incluso de tres o cuatro matones de turno,
va con el tiempo que trae con su viento
su discurso veterano
un insolente a contramano
puteado por el mundo y sus gentes
donde las desgracias
montan sus pelotones de ejecución.
Quisiera que mi corazón fuese piedra
pero sigue latiendo esquirlas.
Umbrío por la pena, casi bruno
Miguel.
Umbrío por la pena, casi bruno.
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