POESÍA PISTOLA EN MANO

POESÍA A QUEMARROPA

jueves, 30 de mayo de 2013

SINFONÍA DEL HOMBRE

Qué piano sonando en la noche ese hombre
qué acorde recién plantado de infinito
con una luz en la frente
con una melodía de adentro
entre la noche y la muerte,
con su volumen de mundo
y sus leyes físicas de miedo
amarrado al recinto grave de su voz
acusando recibo de la historia,
esa cárcel que soporta el peso de los muros
como botella de mal vino.
qué fusa oculta en su sangre,
cómo pare para el olvido
y en el olvido muere
con una estrella en la frente sin testigos.
Qué piano sonando en la noche ese hombre
las manos profundas de túnel
mas admirables que la flor del naranjo
con sus palabras que caen astrolabios
en las cunetas musgosas de su boca,
de ser tan pero tan pobre
con su voz de aurora
entre un sol y dos gorriones muertos
que apuntan un día de repente como un revólver
y hunde los dientes
como en pan de zaguanes estrellados
y pesa en el aire,
de veras pesa,
manchado de sangre y monedas,
parado al borde de sus ojos
con un grito perdido que aúlla miserable
y allá en el eco
qué piano sonando en la noche ese hombre,
esa amargura de pies desnudos de memoria,
clavado al mundo como las vigas su cerebro,
herido en su aventura de estrella imprudente
tropezando como ciego perdido en la palabra
va incendiado en su propio cráneo
por lo inexplicable del frío en las mañanas,
vencido de conceptos
sin mantas y sin sábanas,
al borde de esa gripe que recorre el alma
que procura una nueva hipótesis que no lo encarcele
periférico a las ciudades
embrujado en el espejo
bebedor de amnesias
matador de memorias
que lo atan al fondo de las cosas
y quiebran las alas de sus gritos
sus preguntas que lloran poesías
como hijos contra la nada
contra el muro del misterio
que es tanto y tanto,
resistiendo a puro pecho
sus naufragios de cartones
con los pianos sonando en la noche ese hombre
su segundo sangriento y celeste apenas,
la ceremonia inagotable de amanecer cada mañana
su sueño de raíces
que no lleve el peso traidor de la historia
una huella íntima que no huya a cada paso,
 que escupa tanto dolor contenido
de tierra liberada de blasfemias
como un rayo de castigo solidario
que vendrá a inaugurar el paraíso aquí mismo,
ese antiguo dolor primordial de ser
en las células más que células,
ese peso de alas sin alas,
esa piedra, esa isla, ese abismo.
Qué cósmico dolor rompe subterráneos sus pianos
como fuego en las venas
con himnos de orquestas que nacen en los cielos
para su noche ese hombre,
conclusión matemática registrada en huesos,
la víscera cayendo de la cabeza
al pie
al suelo,
punzando las sienes,
el zinc, los techos,
qué arquitectura contienen los pianos
cada vez que se oye su voz,
su destino de oráculo desmesurado y nuevo,
qué piano sonando porfiado en la noche
que tiene un grillo que lo asesina,
la noche apenas ha comenzado
y está llena de puteadas cual cadáveres ociosos
la noche que no es la noche
sino oscuridad de otro modo
que lo abarca y pasa indemne,
y qué más da
-piensa al fin de cuentas-
en la hora por vivir más que saberse vivo,
caerse del mundo a toda estrella
lanzado como piedra o catástrofe
con sus luces muertas de rutina
resbalándose del pobrerío
con sus pianos sonando en la noche ese hombre
los pájaros del cielo descolgados
para abrevar en las fuentes
los misterios urgentes de su pecho
y en las aguas del mañana,
donde vierte sus escarabajos la distancia,
yo sé que vendrá testarudo
con su piano sonando hondamente en la noche
ese hombre.
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