Borrachos
y prostitutas de este cielo
aullen las estopas de sus gargantas,
paridos de locos, procesados y convictos
implacables conductores de la noria,
rompan la sinfonía en una nota de piedra y
viento;
desheredados,
gelatinas sangrientas
tragadas cualquier noche por las bocas de
tormenta,
hijos de la noche,
soy un
sonámbulo y me reitero por los caminos de oración o de blasfemia,
hermanos,
cabezas destroncadas de cada
revolución
mordidos como nomedas de falso oro,
aquí estoy en mi eterno estribillo
no tan lejos
de vosotros escupido, el microbio royéndome el ojo.
Aúyen
el hacha sobre el salmo,
explíquenme el nombre de mis venas cansadas
de los días,
centuriones y barqueros de la
sombra,
no tengo otra nave que el
silencio,
me llamo y no me escucho
me toco y no me siento
agua de borraja
ojiva y víscera en la basura de los
tiempos;
amados míos,
cuál es el nombre de este éxodo
que
ando en cuatro patas sonando rocinante al final de cierto sueño,
que ando de lanza rota y yelmo de papel al
viento,
que andan queriéndome comprar la hoz y
el alma
y no me vendo.
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