Mané Téquel
Perés
Quiero llamar la atención de ustedes:
soy yo, el que está aquí,
con los insectos golpeándome la cara
y una puteada azul como el humo de la pipa en que
me aferro
con los huesos de la mano
que caerá en combate cuando menos lo piense.
Parece fastidioso e imposible de citar,
insectos que giran en enormes bandadas
-que hasta parecen pajaritos-, pero no,
y yo aquí,
con una cosa agria en la boca.
¿Hasta cuándo no verán que todo el tiempo pasan
cosas
que parecen ser cosas pero es nada?
Perdón mi impertinencia:
los insectos siempre y siempre haciéndonos
írritos, nulos,
disueltos
y sin ningún valor para siempre.
Es una declaración de lo obvio que esta gente no
ve…
muévanse les dicen ¡y se mueven!,
el alma se me hace pedazos como si fuese de
papel.
Quiero llamar la atención de ustedes:
todo está pesado, contado, dividido,
así pues me declaro insolvente
de modo que
voy a bajar de este tormento.
Ya he tenido bastante de verlos así,
cómo aspiraron el aire poluído de inocentes,
cómo han quedado inmisericordes
que hasta los perros refunfuñan un saludo
cuando no pasan huyendo simplemente.
Ante tal impericia
impertinencia
estulticia,
me pregunto qué será de la honra de un simple
hombre mancillado,
así de solito
comparecer ante tribunales como horóscopo
profano
y a modo de responso el pobrecito.
Excusen mi ocasional sin sentido del humor.
Me bajo aquí.
Caminaré mi propia distancia porque no los
reconozco,
tranco lerdo esquivando tarjetas de plástico,
inmensidades de plasticard que cortan a los
distraídos en dos.
Aún más:
saltaré a la poesía o como se llame enredándome
los pies.
Abriendo la boca me recibirá,
veré la saliva que sale y brilla un instante
y seré arrasado contra el techo de su paladar
hundiendo mis astros en su universo.
Quiero llamar la atención de ustedes y saludarlos
irrespetuosamente,
decirles que el amor no es un daño colateral de
nuestros actos.
Mismamente insectos,
ustedes nunca sabrán qué cosa es la felicidad.
* Mané
Téquel Perés
Pesado, contado, dividido.
Amenaza profética y anónima escrita en la pared
en el lugar donde Baltasar se daba su último festín al tiempo que Ciro invadía
Babilonia. Libro de Daniel. Capítulo V.
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