pero yo no tengo nada que ver con eso
ni con los borrachos que lloran sus botellas
ni con los hombres que discuten el vientre de una mujer
con la parte más baja y sexuada de sus almas,
ni aún con ella, que surge como un loto
con su triángulo en llamas
-aunque a veces-
yo también se leer esa tristeza de mujer
donde su cama golpea la resaca de los cuerpos.
La esperanza es otra cosa,
por eso mi amor es una hiena malherida
porque nadie sabe lo que hay en el corazón de un hombre
que cuenta las estrellas y las llama por su nombre.
Vivo prendido como el clavel del aire
renegando de toda esta basura que nos han tirado.
A veces el viento deforma las cosas en mi memoria
y se las lleva desmesuradas con sus verdades
dejándome retacitos nomás de certezas y recuerdos,
se las lleva con la intención de que no subvierta la sangre
y me tomen nomás por loco.
Y aunque aun ando aprendiendo a negociar las cosas con calma,
tengo la raíz a la intemperie aparejada a la lluvia
para no olvidar, corazón, para no olvidar.
Tengo un fueguito, es decir, amor
que se derrama en las fiestas marginales
porque allí como en su casa, entra para quedarse,
mearse de la risa
y a salvo de los filibusteros de siempre
aquellos que ya sabes,
que tienen discursos para todo
como escalones donde uno tropieza y cae,
afilo mi alma como un hacha que busca redención
porque la esperanza sigue un sitio que nadie conoce.
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