Guardo los
secretos escuchados
de todos los
muertos de Burgalimar
para que sean
rayos de sol sobre el castillo
porque las
palabras causan tragedias
vienen sin
prospecto y sin posología
anárquicas y
marginales las mías
huyendo con pavor
de mi cerebro
mojando mi cabeza
en el Guadalquivir
la testa dura
como el empedrado
del Cristo de los Desagravios
el olor de las dos
o tres flores que he arrancado en Triana
la vulgaridad
perpetua del domingo a la tarde
viajo buscando el
detonador de luz
una empresa cada
vez más estúpida
caminando
desesperado entre baratijas
y es que casi nada
es definitivo
el provisoriato es
espanto inseguro
una palabra
terrible provisoriato
tiene un regusto
vacuo para el amor
imprevisto
cómplice del miedo
que vivir es un
viaje de preguntas
alguna epifanía
venturosa
y hambre
incontenible de respuestas
como epístolas
antiguas
las coordenadas
condenadas
la vida con
manchas de buenos propósitos muertos
así de repente
como esto que te
escribo,
como el castillo
de Burgalimar
allá lejos.
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